Hace exactamente cincuenta años que se publicó Rayuela, una obra que
para muchos resulta imprescindible. Imprescindible si se desea entender el boom de los 60’ de la literatura
latinoamericana, imprescindible si se quiere explorar en las posibilidades
creativas más allá de los cánones, imprescindible si se desea fijar un referente
literario irreemplazable.
Es posible acompañar a Julio Cortázar en la génesis de Rayuela a través de sus propias palabras, en diferentes cartas:
«Terminé una larga
novela que se llama Los premios, y que espero leerán ustedes un
día. Quiero escribir otra, más ambiciosa, que será, me temo, bastante ilegible;
quiero decir que no será lo que suele entenderse por novela, sino una especie
de resumen de muchos deseos, de muchas nociones, de muchas esperanzas y
también, por qué no, de muchos fracasos».
«Cada vez me gustan
menos las novelas, el arte novelesco tal como se lo practica en estos tiempos.
Lo que estoy escribiendo ahora será (si lo termino alguna vez) algo así como
una antinovela, la tentativa de romper los moldes en que se petrifica ese
género.»
«No es una novela, pero
sí un relato muy largo que en definitiva terminará siendo la crónica de una
locura. Lo he empezado por varias partes a la vez, y soy a la vez lector y
autor de lo que va saliendo... La cosa es terriblemente complicada, porque me
ocurre escribir dos veces un mismo episodio, en un caso con ciertos personajes,
y en otro con personajes diferentes, o los mismos pero cambiados... Me propongo
empezar por el final y mandar al lector a que busque en diferentes partes del
libro, como en la guía del teléfono.»
«Un día le pediré que
lea lo que estoy haciendo ahora, y que es imposible de explicar por carta.
Ignoro cómo y cuándo lo terminaré; hay cerca de cuatrocientas páginas, que
abarcan pedazos del fin, del principio y del medio del libro, pero que quizá
desaparezcan frente a la presión de otras cuatrocientas o seiscientas que
tendré que escribir entre este año y el que viene. El resultado será una
especie de almanaque, no encuentro mejor palabra.»
Julio Ortega, escritor y crítico literario, profesor de Literatura
Latinoamericana en la Universidad de Brown, cuenta sobre Cortázar que:
«Él nunca ganó un
premio, no recibía más de 500 dólares al año por sus derechos de autor, y tuvo
que trabajar de traductor medio año toda la vida. La literatura era gratuita, y
lo único que no tenía precio».
«Una vez Carlos Fuentes
le envió un artículo suyo sobre los maestros del "boom": Asturias,
Carpentier, Rulfo, Cortázar. Julio le dijo: "Estupendo ensayo pero ¿cómo
me pones junto a Alejo? Él es un escritor que se acuesta con las palabras, yo
me peleo con ellas". Hay malos lectores que creen que Julio escribía
inspirado y fluidamente cuando lo suyo era una estrategia de suscitamiento,
aleación y sorpresa. Un método contra el lenguaje socializado y cotidiano.»
Y considera que Rayuela:
«Sigue siendo la novela más inventiva de
América latina y las demandas de Morelli de una literatura radical, así como la
idea de una ética afectiva, en una época donde la novela la dicta el mercado y
la subjetividad ha sido tomada por la economía, la convierten en un tratado de
resistencia».
Dentro de un año y aproximadamente por estas fechas celebraremos los cien
años del nacimiento de Julio Cortázar, considerado por quienes entienden uno de
los autores más rompedores, innovadores y originales de su tiempo, aniquilador
de estructuras clásicas, artista de las letras equiparado con lo que en la pintura
serían los surrealistas.
Es un buen momento, por
lo tanto, para invitarlos a visitar (o revisitar) sus obras, en particular Rayuela.
Contribución: zoquete y Esther